Pues si, pues si...
Ye estamos (estoy, porque el resto de la familia todavía está disfrutando del calorcito del hemisferio sur) en Milán.
Y esta nuestra primera entrada es para describir el carnaval de Milán. Para quien viene de Brasil, el carnaval de Milán es un tanto sosete, pero le ponen empeño...
De entrada el carnaval lo celebran el fin de semana siguiente, en honor a Santo Ambrosio (como mi primo!) y le llaman cómo no, carnaval ambrosiano.
Para disfrutar del ambiente me acompaña una amiga que comparte conmigo la pasión por la fotografía. En ese sentido me ha pasado igual que en Brasil, sólo encuentro amigas fotógrafas, por qué será?
Mi amiga (mujer de un camarada de trabajo), está en un Circolo (pronunciado chírcolo) Fotográfico. El lunes pasado estuvimos allí para discutir la obra de un miembro del círculo. La verdad es que me sentí rejuvenecido tras la reunión, y no sé si es por el interés artístico de las obras, o por la edad media de los miembros del círculo (unos 75 años) que me hacían sentir como un chavalín.
En fin, volvamos al carnaval.
La jornada la iniciamos presenciando un desfile del espectáculo "Priscila reina del desierto" donde la pluma y el aceite eran derramados generosamente por doquier. Luz, colores, música y humor. Altamente recomendable.
El desfile se hizo en la plaza del Castello de Sforzesco. Una fortaleza medieval del 1400 muy bonita pero toda ella en restauración.
En la fuente, un perro hacía las delicias de jóvenes y ancianos intentando atrapar y morder los chorros de agua. Igualico igualito que los seres humanos intentando ganar a la lotería.
Por cierto, me he enterado de que el Duomo está en permanente restauración gracias a un "inteligente" acuerdo entre la iglesia y el Comune de Milano, por el que el terreno era cedido a la iglesia mientras el Duomo estuviera en construcción. Consecuencia: la construcción no se acaba nunca! Así que la maldición de no poder fotografiar monumentos sin andamios ataca de nuevo! A pesar de ello, la belleza de la Piaza del Duomo con su famosa galería, adornada con la alegría carnavalesca era un encanto.
Luego, tras un breve y buenísimo café nos fuimos a la presentación de un libro de otro amigo del círculo que es además profesor de la Bocconi, prestigiosa universidad a la que quiere ir nuestra hija mayor. La verdad es que el libro contenía unas fotografías documentales muy buenas pero del discurso entendí bien poco pues mi italiano está todavía en una fase muy incipiente. La velada nos sirvió para entrar en el edificio del Comune (ayuntamiento) que la verdad es bastante interesante.
A continuación nos fuimos a la calle a vivir el carnaval. A parte de los disfraces (la verdad es que principalmente eran niños) y los colores de la fiesta, el principal sentimiento era la libertad que sentí al fotografiar a cualquier persona, animal o cosa sin tener que pedir permiso o sentir remordimientos por no haberlo pedido. Le hice fotos hasta a las uñas de los pies de los mendigos. Una gozada.
La ventilación del suelo, servía para los más pequeños de lanza serpentinas y confetis, en una escena tipo Marilyn Monroe en el metro pero más casta y pura.
Luego están los carnavales étnicos, de los que presenciamos dos: el chino y el sudamericano.
El chino con sus tambores, sus serpientes dragón y con sus colores básicos (amarillo, rojo, verde, azul). El sudamericano con sus chicas con ese pedaso de pierna al aire, y con su gracejo característico.
Y os preguntaréis, como con la pierna al aire con el frío que hace? Pues no. Chincha y rabia. El día del carnaval hizo un calor que pa qué. No sabía ya donde meter la chaqueta, el jersey y los calzoncillos de felpa.
El final de la jornada lo acabamos haciendo el aperitivo (un negroni, unas patatas chip y un sadwitch) para quitarnos un poco el calor y el cansancio en una plaza encantadora de la también vieja y encantadora Milán.
Milán, Italia, Europa, Hemisferio Norte, frío que pela, febrero del 2012.
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